El otro día, y fruto de la alienación imperante contra la que luchamos, pero contra la que no podemos hacer más de lo que ya hacemos, a uno de nosotros se le ocurrió la gran idea de buscar armas airsoft... ya sabéis, para esas veces en las que te apetece liarte a tiros con tus propios amigos o con cualquier tarambana que se preste a ello. Y como yo soy un romántico, pensé en las elegantes y letales armas de la IIGM, y en la elegante y letal Moshin Nagant, fúsil soviético con el que nuestros colegas rusos y derivados contaban cuando los nazis se les echaron encima en la operación barbarroja, armados con sus automáticas MP-40.
Si yo pudiera elegir, movido por el gusto por lo clásico, elegiría un buen fusil de cerrojo para matar a mis enemigos dadas esas condiciones de invasión. Otra cosa es que luego cambiara de parecer, porque eso de no poder disparar ráfagas y tener que amartillar constantemente un arma que para 1941 llevaba 50 años de servicio, pues, es una putada. Ahí va la historia, mangada, de otro blog, del Moshin Nagant:
Nacionalidad: Unión Soviética Fecha: 1891-1945 Dimensiones: 1,3 m. longitud total (0,8 m. longitud del cañón) Peso: 4 kg. Calibre: 7,62 mm.
Por iniciativa de Alejandro III, aunque con gran retraso en relación con las potencias occidentales, Rusia se dotó en 1891 de su primer fusil de repetición de pequeño calibre: 7,62 mm. Conocido como Moisin Nagant, aprovecha el sistema de obturación ideado por Sergei Moisin y el paquete de cargamento de Leon Nagant. Comenzó a combatir contra los japoneses en 1904 y se lo encontraron frente a frente los americanos en Vietnam. Durante la guerra ruso-turca (1877-1878) tuvo lugar un famoso episodio que iluminó las mentes de los altos oficiales del zar sobre la eficacia de los fusiles de repetición; nos referimos a la batalla de Plevna. En 1871, la armada rusa adoptó un fusil americano, el Berdan M.1867, arma con obturador de manivela y cartucho metálico, aunque monodisparo, la cual iba unida al machaconamente presente Krnka M.1869, el cual no era sino la transformación a retrocarga con sistema "de tabaquera" del viejo Modelo 1856 de avancarga. Con estas armas fue con las que los rusos se lanzaron contra las trincheras turcas para defender Plevna, y fue con estas armas en la mano con las que cayeron al suelo golpeados por las mortíferas descargas de los Winchester M.1866 de repetición que poseían los turcos, cada uno de los cuales llevaba en las cartucheras 100 cartuchos y tenía junto a sí una caja con 500. Los soldados de Osman Pascià ni siquiera apuntaban; descargaban lo más rápidamente que podían sus Winchester contra la masa de rusos que avanzaba, obligándoles al final a retirarse dejando el terreno literalmente tapizado de cadáveres.
Al final, Plevna fue conquistada y el arma de repetición, después de los éxitos obtenidos durante la Guerra Civil americana (escasamente considerados por las potencias occidentales) fue una magnífica ocasión para demostrar una vez por todas su enorme superioridad, incluso en una guerra de trincheras, especialmente en manos de la infantería de primera línea, es decir, la "carne de cañón" que los generales no consideraban digna de utilizar un arma de más disparos, reservándola a la caballería y a los cuerpos de élite, es decir, a los soldados habituados a no "desperdiciar" cartuchos. Ésta era la mentalidad reinante en el Estado Mayor ruso al menos hasta 1889, año en el que, por intervención directa del zar Alejandro III se constituyó la "Comisión para el estudio de un fusil de pequeño calibre"; obsérvese que se hablaba de "pequeño calibre", puesto que ya se conocían las enormes ventajas de las nuevas pólvoras no humeantes de nitrocelulosa, aunque aún no se hablaba de "repetición", mientras que prácticamente todas las mayores potencias occidentales ya habían adoptado fusiles de este tipo: el Lebel francés (1886), el Mannlicher austríaco (1886), el Mauser Kommission alemán (1888) o el Lee-Metford británico (1889). Por tanto, el viejo Berdan, monodisparo, con su gran cartucho de pólvora negra calibre 42 (10,67 mm) de percusión central, estaba destinado a jubilarse muy rápidamente. Y una vez más, a pesar de que en aquella época tuvieran tres arsenales (Tula, Sestroreck y ljivski), los rusos recurrieron al extranjero para buscar una solución a sus problemas, cosa que hicieron interpelando a la gran fábrica belga de los hermanos Nagant, dirigida por Léon.
En este momento de la historia interviene un capitán de artillería que trabajaba en el arsenal de Tula: Sergei Ivanovich Moisin (o Mosin, según sea la transcripción del ruso), quien ya en 1882 estaba estudiando un fusil de repetición de pequeño calibre, encontrándose siempre con la falta de precisión que reinaba en los arsenales rusos, en donde el personal no estaba ciertamente habituado a respetar las más mínimas tolerancias de trabajo necesarias para realizar un arma moderna con sistema de repetición: complicado obturador de dos piezas, alimentación con municiones de pequeño calibre y perfecta intercambiabilidad de las distintas partes mecánicas. El fusil de Moisin (junto al de Nagant) fue sometido durante los primeros meses de 1891 a diversas pruebas, confiando sesenta ejemplares a varias unidades especializadas. Entre los altos oficiales rusos había muchos que se oponían a la adopción de un arma extranjera (como ChebiIshev, de la Academia de artillería), por lo que las experiencias en el campo de tiro servían sobre todo para afinar el arma rusa corrigiendo los defectos de precisión y las dificultades de rearme, defectos típicos de los primeros Moisin.
Al final, aunque el Nagant seguía demostrando una cierta superioridad, con la excusa de que el Moisin era más económico se llegó a un compromiso: se realizaría un arma que tuviera el obturador ideado por Sergei Moisin y la alimentación de Léon Nagant, pagando a este último doscientos mil rublos por derechos de patente. El arma, para no hacer de menos a nadie (y al parecer por orden expresa del mismísimo emperador) se denominó sencillamente "Fusil de tres líneas modelo 1891", es decir, de calibre 7,62 mm, ya que la línea rusa equivalía a 2,54 mm. Igualmente, por orden del zar, que quería romper con el reciente pasado, no sólo por lo que se refería a los nombres extranjeros de las armas de ordenanza rusas (revólver Smith & Wesson Russian, fusil Berdan), sino también por lo que se refería a la dependencia de las fábricas extranjeras, se asignó la notable cantidad de ciento cincuenta millones de rublos para producir en Rusia el nuevo fusil. En la práctica, sin embargo, volvieron a presentarse los problemas contra los que tanto combatió Moisin en el arsenal de Tula: maquinarias viejas y escasa profesionalidad de los maestros, quienes se demostraron incompetentes para fabricar el nuevo fusil ruso cuyas piezas tenían que ser todas ellas intercambiables con las de otra arma, lo que requería más de mil operaciones en las máquinas que se utilizaban.
La maquinaria necesaria se encargó al extranjero, y para poder tener un mínimo de uniformidad en la producción, todos los instrumentos de medida se realizaron expresamente en Sestroreck, siendo distribuidos a los otros dos arsenales imperiales. Enseguida sirvieron dos millones de fusiles (en las variantes de infantería, dragones y cosacos) para equipar por completo al ejército del zar en caso de movilización; sin embargo, como hemos visto, las fábricas rusas no pudieron hacerse operativas de forma inmediata por lo que, aunque de mala gana, se encargaron a Francia 503.539 fusiles, todos ellos fabricados en Chátellerault y entregados entre 1891 y 1895. Por su parte, los arsenales zaristas no consiguieron realizar entre 1891 y 1893 más de ciento veinte mil fusiles, aunque a partir de 1893 la producción aceleró y, en 1897, alcanzó el millón y medio de fusiles, un millón de los cuales se realizó en Tula. El nuevo zar Nicolás II tenía dos millones de fusiles de repetición que permitían una cadencia de tiro real de unos 12 disparos por minuto, lo que no sólo garantizaba la seguridad del imperio sino que hizo nacer en su imaginación nuevas miras expansionistas.
El bautismo de fuego lo tuvieron los Moisin Nagant en la guerra ruso-japonesa (1904-1905), aunque no sirvieron para nada en el encuentro decisivo en el que la flota japonesa destruyó a la rusa en la isla de Tsushima, lo que significó para Japón el reconocimiento como potencia mundial. Esta guerra demostró, sin embargo, la necesidad para algunas unidades especiales (como por ejemplo los metralleros) de tener un arma más corta en relación con el fusil de los dragones; debido a ello se volvió a los estudios del capitán Yurloff en relación con una carabina cuyo proyecto se abandonó en 1895. La dirección general de artillería se decidió finalmente por un arma de cañón corto (508 cm), aunque no más ligera que el fusil de infantería; se trataba de un arma bastante rara ya que se fabricaron muy pocos ejemplares, sobre todo transformando los viejos modelos de cosaco. Mientras tanto, desde 1908, con la introducción de un nuevo cartucho de bala ligera y puntiaguda, se hizo necesaria la sustitución del alza de todos los Moisin Nagant que existían (unos cuatro millones), para lo que se prepararon pequeñas modificaciones, lo que ralentizaba la producción normal en los arsenales.
Al estallar la Primera Guerra Mundial, los arsenales rusos se revelaron nuevamente incapaces de satisfacer las enormes demandas, es decir, entregar una media de noventa mil unidades cada mes, el equivalente a las que se destruían o perdían en los combates. Una vez más, en 1915, Rusia tuvo que dirigirse a proveedores extranjeros, esta vez pidiendo ayuda a sus aliados y al neutral (en aquél momento) Estados Unidos. Dos fueron las fábricas americanas que realizaron los Moisin Nagant para el zar: Remington, que entregó unos ochocientos cincuenta mil ejemplares, y Westinghouse, que produjo cerca de setecientos setenta mil fusiles. Un posterior envío de doscientos ochenta mil fusiles se quedó bloqueado en los Estados Unidos por el embargo que los aliados decidieron imponer a Rusia al estallar la revolución de Octubre de 1917, la que llevará al poder a los bolcheviques. Dichas armas fueron compradas directamente por el gobierno americano para adiestrar a los reclutas, aunque terminaron en manos de los socios de la National Rifle Association (NRA) por la módica cantidad de tres dólares la unidad. Después de dos guerras y una revolución, el fusil Moisin Nagant 1891, que con su anacrónica bayoneta de calza (como la de muchas armas de avancarga) llegó a tener una longitud de un metro y setenta y cinco centímetros, se reveló demasiado largo para las necesidades de una guerra que se hacía cada vez más ágil y "motorizada".
El Ejército Rojo decidió, entonces, fabricar un único modelo de fusil apto para todos los cuerpos, el M.1891/1930, que medía 123 centímetros, aunque conservaba la larga bayoneta (507 mm) de calza y hoja cruciforme, aunque esta vez dotada de un cómodo pulsador para bloquearla. Para simplificar su elaboración, la culata dejó de ser octogonal haciéndose redondeada; el alza se hizo más robusta y poseía un sistema de regulación por metros en vez de por pasos, ya que la Unión Soviética adoptó el sistema métrico decimal. Producido también en versión de tirador de élite (eligiendo entre los que disparaban mejor y dotándoles de un punzón especial), el 91/30 se distingue por tener la manilla de armamento plegada hacia abajo de forma que no puede chocar el cuerpo del anteojo, que puede ser de tres tipos, de épocas distintas, aunque todos ellos utilizados contemporáneamente durante la Segunda Guerra Mundial: el P.E.31 de cuatro aumentos montado en la culata; el P.E.31/37, con las mismas características, aunque mucho más compacto (y sin embargo, incómodo, ya que estaba demasiado lejos del ojo del tirador) y con montaje de abrazadera lateral; y, finalmente, el P.U.42, de 3,5 aumentos, siempre de abrazadera única lateral con regulación del alza hasta 1.300 metros.
Habrá que esperar hasta la conclusión de la guerra para encontrar una bayoneta razonable en el Moisin Nagant, la que ideó Semine, que se pliega sobre la derecha del cañón haciendo el arma verdaderamente compacta. Esta bayoneta transformó el fusil 1891/1930 en la Carabina M.1944, arma que verá los últimos meses de la guerra y que entrará en Berlín con la Armada Roja, aunque se hizo famosa sobre todo en la jungla de Vietnam, cuando el gran público la vio en muchas fotos de propaganda comunista en contraposición con el futurista (para aquel tiempo) M 16 americano. Así, aunque es verdad que no estaba a la altura de poder competir con los fusiles de asalto de la posguerra, el Moisin Nagant se demostró útil incluso para se aprovechado políticamente en aquella guerra de imagen en la que cada contendiente hacía de todo para llevar la máscara del "bueno": un personaje que en la comedia de la guerra nunca ha existido, ni delante ni detrás de los bastidores.
3 comentarios:
Es cierto, yo estube allí.. buscando las armas airsoft, no en la URSS, se entiende.. jajaja
Me ha sido imposible leerme todo el texto, he empezado con ímpetud pero la rueda del ratón a empezado a bajar sin darme cuenta.. mu curiosa la historia de todas formas..
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