La joi de vivre: un post alegre

sábado, 29 de mayo de 2010
Querido blog,
Hay cinco cosas que me gustan más que ninguna otra:

5- Tomar un té mientras leo sobre el arte clásico.

Apolo Sauróctono: Apolo cazando una lagartija

4- Escuchar música medieval.



3- Descubrir otra frikada de Star Trek que aún no conocía, como por ejemplo que Tasha Yar se despide de sus fans el capítulo antes de dejar la serie (en el video, la chica que dice adiós en el segundo 21):


Adios, Tasha.

2- Jugar al Red Dead Redemption e imaginar que soy un vaquero


1- Dar vueltas con la bicicleta por el mundo sin preocuparme mucho si voy por el buen camino.




Prometí un post tranqui, en el que solo se hablase de cosas alegres, y aquí está. Hasta mañana o pasado, que me quejaré del mundo y maldeciré algunos nombres, esto es todo lo que hay. Inspirado en la película Caro Diario, de Nanni Moretti:


La puta tele

miércoles, 26 de mayo de 2010
Las personas vivimos, habitualmente, en unas circunstancias más o menos parecidas. Podemos formar grupos familiares mayores o menores, vivir con nuestra pareja, vivir solos, vivir con compañeros de piso, vivir con nuestro perro, vivir con miles de cachibaches que recoges de la calle por sufrir el síndrome de Diógenes, etc. Pero lo que parece común a la mayoría de las casas es un aparatito que usualmente suele ocupar un lugar privilegiado en los salones, e, incluso, en habitaciones, cocina, y, por el amor del ser divino, el baño.
La televisión, compañera inseparable del individuo promedio. Esa máquina que en muchos casos ha hecho más compañía a los habitantes de un mismo habitáculo que aquellos a los que pueden oler cuando pasan a su lado a recoger la ropa de la lavadora u oír cuando están haciendo gala de cualidades artísticas en la ducha.

Jaime Cantizano, Patricia Conde, Jesús Vázquez, Florentino Fernández, Jorge Javier Vázquez, Matías Prats... el F.C. Barcelona, Rafa Nadal, los polvos de Tiger Woods, la fórmula 1, el nuevo peinado de Cristiano Ronaldo, la última ida de olla de Guti... Gran Hermano, Más que Baile, España Directo, Buenafuente, Password, cualquier telenoticias... da igual, sea mejor o peor el contenido, eso no es lo importante. Lo indispensable y fundamental es...



QUE ESTÉ TODO EL PUTO DÍA ENCENDIDA

Sí amiguitos. Muchas veces, uno ni siquiera se da cuenta de que tiene la puñetera tele puesta, y ahí está la caja tonta, dale que dale con lo suyo, y nosotros, de manera no consciente, tragando toda la mierda que puedan estar soltando. Tanto programas, como series, como documentales, como anuncios... da igual. ¿Que vas a comer?, con la tele puesta, ya tengas delante un mandril rascándose el ojete que a un presentador que parece un orangután haciendo alguna coña relacionada con el trasero de la rubia presentadora de al lado que tan sugerentes escotes muestra. ¿Que vas a mirar un rato el portátil?, pues por qué no, con esa serie que sabes de qué va pero a la que nunca has llegado a prestar del todo un mínimo de tu atención de fondo. Y si se levanta uno, ¿para qué apagarla?, si el de detrás seguro que quiere seguir recibiendo vómito audiovisual.

El problema no es el contenido de lo ofertado, que también, sino lo normalizado que es el que al menos un tercio del día nuestros hogares estén gobernados por un aparato que, si bien no piensa directamente, sí está manejado por gente que sí sabe lo que se hace y normalmente no le interesa que tú discurras por ti solito. Y a la mayoría os da igual, pazguatos. Yo antes también era así. Qué coño, soy así, no hay diferencias significativas con el resto. Únicamente el medio, ya que si bien ya no veo la tele, sí pierdo más tiempo del que debiera en internet. Pero, hasta cierto punto, puedo elegir en qué perder el tiempo, y no me quedo lobotomizado delante de una máquina de más o menos pulgadas (compensatorio de falo, diría algún psicoanalista barato).

No ahondaré en el tema "sustitutivo de relaciones sociales", porque hay gente que realmente se encuentra sola en este mundo y se pone la tele por no tener que aguantar únicamente sus propios pensamientos durante todo el día. Pero llegar al piso de uno y ver que los compañeros están todos reunidos en el salón, sin hablar unos con otros, cada uno haciendo sus cosas (¡incluso algún trabajo en el portátil!), con la tele a todo volumen, es un tanto... triste. Luego, hablando individualmente con cada uno, siempre sale a relucir con orgullo la frase "No, si yo no veo la tele". ¡Pues claro que no la ves, atontao!

En fin. Llamadme pedante, demagogo, creído, amargado, prepotente o lo que os salga de vuestros santísimos cojones u ovarios. Tened en cuenta que en ningún momento he hecho la adjudicación "el que vea la tele es tonto", simplemente critico el hecho de tenerla como objeto de veneración al que adorar mediante un ritual pasivo. Si a alguien le gusta, que la vea cojones, pero que se dé cuenta de que es eso exactamente lo que está haciendo.

Muy ilustrativo

Vuelva usted...la semana que viene

lunes, 24 de mayo de 2010
Lástima que no usara la cámara de mi móvil el otro día, pues la ocasión lo merecía. Hace dos semanas tenía que pasarme por la oficina de empleo de la universidad (COIE), nuestra amada casa UCM, para rubricar las últimas prácticas de las cuales voy a ser pasto en unos meses.
Resulta que debido a mi vagancia, mala planificación y pasotismo en general había retrasado el momento de pasarme por dicho lugar en unos dos o tres días. Qué mala decisión había tomado pues, acuciado por el plazo que estaba ya pasando ("pásese por las oficinas del COIE en los próximos días" decía el texto que me mandaron el 6 de mayo) decidí aprovechar una tarde que tenía libre y solventar mi burocrática cuestión.
Cuál fue mi sorpresa cuando vi un flamente cartel en la sede del COIE, en el que decía "Por San Isidro, el COIE permanecerá cerrado todas las tardes de esta semana".
...
... ...
... ... ...
"Tiene gracia", pensé, "que una entidad pública y que se supone laica descanse media jornada durante una semana por una fiesta religiosa". La verdad es que si en vez de San Isidro hubiese sido la Semana Internacional del PVC, dicha institución hubiese también decidido cerrar sus puertas. Yo no es que quiera quejarme de la falta de laboriosidad del COIE pues la gente que allí trabaja, salvo salvedades muy puntuales, me han resuelto bastente bien todos mis problemas. Su personal de oficina, por otro lado, me causa empatía: tendrá como mucho unos pocos años más que yo.
Lo realmente acojonante es que una institución pública ponga una excusa tan mala como San Isidro para decidir no trabajar durante las tardes en una semana. Y tiene gracia porque San Isidro es solo un día. Y tiene aún más gracia que, tratándose de una oficina de empleo, cierre por las tardes y se reserve a trabajar sólo por las mañana cuando la mayor parte del alumnado tiene jornada laboral de mañana por lo que no pueden ir en otro momento que no sea de tarde...
En definitiva, un despiporre y una falta de imaginación malísima para poner excusas para no trabajar. Al tío que diseñó las fiestas para la UCM se le tiene que estar poniendo moreno el ojete por su soltura y brillantez.

La insolidaridad de los alumnos de la UNED de Madrid

viernes, 21 de mayo de 2010
Otra entrada en la que me quejo del mundo... Fui a la biblioteca de la UNED de Madrid para coger Historia del Arte Clásico en la Antigüedad, único libro de bibliografía básica de la asignatura del mismo nombre. La biblioteca cuenta con tres ejemplares, uno de los cuales aparecía como disponible. Para mi sorpresa, tal libro no existía: había sido robado, extraviado, enagenado enajenado.

Se lo dije a la bibliotecaria, que, borgiana ella, se cogió un buen rebote y borró el libro de la web. Pero la biblioteca me reservaba aún otra sorpresa. Los otros dos libros tenían que haber sido devueltos el día 7 y el 18 de mayo respectivamente.
Como son los únicos tres libros, me molesta en extremo que los alumnos los roben y no los devuelvan a tiempo, sobre todo una semana antes de los exámenes. ¿A qué viene esta falta de solidaridad? ¿No se dan cuenta de que la biblioteca es un servicio público, que los libros no son suyos?
Esto me recuerda lo que me dijo una amiga. En los países civilizados, los bienes públicos son de todos. La gente los cuida, porque los considera parte de un patrimonio compartido. A nadie se le ocurre vandalizar lo que está en la calle, lo que no está atado con cadena o sometido a videovigilancia. En España, los bienes públicos no son de nadie. Como no tienen dueño, uno puede hacer lo que quiera con ellos. Véanse las canastas de los parques, el patrimonio histórico no protegido, los muros de los edificios llenos de pintadas. En resumen, como no es de nadie, me lo follo como quiero.

PD: Acabo de mirar en la web de la Uned, y ya han devuelto uno de los libros. ¡Menos mal!
PPD: Prometo que el próximo artículo será de buen rollo, y tratará sobre las cosas buenas de la vida. No más cabreos. Si no, vamos a acabar cambiando el nombre del blog a Cabreados sin Honor...

No sé quién ganó la guerra civil española

martes, 18 de mayo de 2010
Tan elegante frase la dijo ayer una alumna de 4º de la ESO (15 años) delante de mis ojos y orejas.
La escena fue así: estábamos hablando de Cinco horas con Mario, el libro de Delibes. Yo les estaba explicando que los dos personajes del libro representan a grandes rasgos la sociedad de la época. Mario sería la izquierda idealizada, derrotada y humillada en la guerra civil, mientras que Menchu es una derecha conservadora y nacional-católica. En el párrafo que estábamos analizando (el fragmento que venía en su libro de texto), Menchu le reprochaba a Mario que él creyese que "la guerra, que había sido una Cruzada como todo el mundo sabía, a ti te parecía una tragedia".
Iba a explicarles que el gran hallazgo de Delibes es poner toda la narración en boca de Menchu y dejar al lector hacer la crítica, cuando leí una expresión de confusión en sus caras. Intentando el método inductivo, les dije:
-...porque la guerra la ganó... ¿quién?
-No lo sé.
Seguramente ellos leyeron la misma confusión en mi cara. Les di un voto de confianza. Quizás no me había explicado bien.
-La guerra civil, del '36 al '39, ¿sabéis? Que el que ganó luego estuvo gobernando hasta 1975. ¿No sabéis quien la ganó?
-Pues no.
No, no había malinterpretación posible. En ese momento cerré los ojos y el libro de literatura y medité durante unos segundos. Es imposible hablar de literatura (de historia de la literatura, más bien), sin unos conocimientos mínimos de historia. Sería como tratar de explicarle el Quijote a un marciano. Hay una falla insalvable entre nuestros dos sistemas cognitivos. Estas chicas no tienen ni la más remota idea del mundo en el que están viviendo, o al menos en el que yo vivo.

Este es el señor que ganó la guerra.
(Nota: este blog es mío y de mis compinches y ponemos las fotos que nos da la gana)

Lejos de ponerme apocalíptico, sobre todo porque creo que ellas no tienen la culpa, me puse a explicarles un poco de la historia de España en el siglo XX antes de seguir con Cinco horas con Mario.
Pero cuando llegué a casa, además de arderme las yemas de los dedos de ganas de escribir esto en el blog, me puse a pensar en el porqué de esta absolutísima ignorancia en dos chicas que no son, por lo demás, especialmente borricas. Pergeñé una pequeña lista de posibles motivos, que expongo a continuación. Están basadas en las teorías de la enseñanza libre, tan diferente de las cárceles en las que se han convertido nuestros colegios, en los que, como me han demostrado mis dos alumnas, no enseñan nada.

5 - Clases demasiado magistrales
El profesor habla y los alumnos callan. Esa es la tónica general de la enseñanza, se diga lo que se quiera. Y es así porque no confiamos en que los niños puedan desarrollas un interés suficiente por las materias para poder educarse un poco a sí mismos. En cualquier caso, el libro de texto siempre está ahí, y el profesor no está para leérselo al alumno. Hay que buscar modelos de enseñanza que pongan definitivamente al alumno en el medio, pero para aprender, no para aburrirse como una mona mientras el profesor lee el libro en voz alta.

4 - Demasiadas reformas educativas
No es viable que cada gobierno que llega reforme la enseñanza a su gusto. Los sistemas necesitan cierto tiempo para asentarse, y cuatro años no es suficiente, además de que cada reforma ha demostrado ser casi peor que la anterior. Las reformas educativa llevan en marcha desde que yo estaba en el colegio, cuando se cambió la EGB por la ESO. De eso hace ya más de diez años, y siguen las reformas en las que se intenta meter cosas como la educación para la ciudadanía, más clases de economía, y sobre todo, una miríada de optativas que roba la atención de los alumnos.
Quizás el gobierno debería plantearse que su trabajo como pedagogo hace aguas, y limitarse a dictar unas normas mínimas de curriculum (un temario de historia por aquí, uno de matemáticas por allá) y dejar que los profesores y los alumnos hagan la enseñanza a su medida. Si se han liberalizado algunos sectores como la telefonía y ahora funcionan relativamente mejor, ¿por qué no hacer lo mismo con la enseñanza? Es que somos capitalistas y demócratas para lo que queremos...
Nota: en España lo único que conocemos en educación privada y concertada son los colegios para pijos y los colegios religiosos. Confío en que la educación concertada tenga otro futuro que no sea ese.

3 - Cansancio
Casi ocho horas de clase es demasiado. Un amigo me decía que en realidad el colegio no tiene como objetivo enseñar y formar a los niños, sino simplemente educarles para que sean capaces de estar sentados ocho horas al día sin rechistar y, a la larga, aceptar un trabajo deleznable que les robe la mayor parte del día. Trabajo deleznable que no sería más que la extensión de la experiencia también atroz de la educación secundaria obligatoria.
¿No aprovecha mejor el tiempo un alumno despierto que uno agotado y harto de trabajar?

¡Niño, rompe tus cadenas!

2 - Confusión educativa
No hay mesura: los alumnos reciben con la misma prioridad contabilidad e historia. Obviamente, una es más importante que la otra, y sobra decir cuál. Cada reforma educativa supone dos o tres asignaturas más en el curriculum del alumno, con la sobrecarga que eso supone.
Yo optaría, juntando este problema con el anterior, con menos horas de clase y centradas en menos materias, más importantes. Pero sobre todo, menos horas de clase. Mis alumnos trabajan bastante más que yo a lo largo del día. Paradójico, ¿no? Además, yo trabajo en algo que me interesa, mientras que a ellos les imponen unos temarios que en muchas ocasiones no tienen nada que ver con sus gustos.
¿Por qué se les ofrecen optativas si en realidad toda la elección la tiene el ministerio de educación? Dios, qué cinismo...

1 - Absoluta falta de interés
Creo que esto está motivado por toda la sociedad, así que no es achacable única y exclusivamente a los niños y adolescentes, ni siquiera el gobierno o a los padres.
En la escuela los funden a trabajo e intentan inculcarles una cierta idea del saber y la cultura. Pero cuando llegan a casa, todo ese trabajo se desvanece en 35 minutos de televisión. Los Simpson son más influyentes en su tierna mente que 8 horas de intensa escuela. ¿Por qué? Porque en el colegio se aburren como monas por todas las razones anteriormente expuestas, y en Física y Química los alumnos que se lo pasan de puta madre son siempre los Quimis de turno: los macarras.
Es más, durante los últimos años de bonanza se ha educado a los niños en que la salida óptima es la fácil. Como ejemplo, apuntar que ninguno de mis amigos titulados (filólogos, periodistas, arquitectos, psicólogos y médicos) cobra más que un fontanero. O de lo que cobraba un fontanero antes de que la construcción se viniese a pique. Los niños no tienen ningún interés en la cultura porque tienen en sus cabecitas que ni siquiera a largo plazo (no hablemos ya de la satisfacción del conocimiento) les resulta rentable.
El interés es la clave para que los niños aprendan. Si no hay interés, pueden cerrar la escuela, porque todo el trabajo que se haga allí se va a perder fuera de sus verjas y barrotes, como lágrimas en la lluvia.

Esto es lo que quieren ser los alumnos: el macarra de turno que ven en la tele por la noche


Nota al pie: esto que lees, querido lector, es mi opinión. Ya sé que a algunos lectores les pueden parecer demasiado excesivas algunas ideas pero créeme que me guardo las más fuertes para mí. Pero si por algún motivo quieres saber algo sobre enseñanza libre, recomiendo la lectura de Summerhill, de Alexander S. Neill.

¡No seré un robot!

lunes, 17 de mayo de 2010
—¿Ignatius, no crees que quizá fueses más feliz si te tomases una pequeña temporada de descanso en el Hospital de Caridad?
—¿Te refieres por casualidad al pabellón psiquiátrico? —preguntó furioso Ignatius—. ¿Crees que estoy loco? ¿Crees que algún psiquiatra estúpido debería sondear en el funcionamiento de mi psique?
—Podrías descansar, cariño. Podrías escribir cosas en tus cuadernitos.
—Intentarían convertirme en un subnormal enamorado de la televisión y de los coches nuevos y de los alimentos congelados. ¿No comprendes? La psiquiatría es peor que el comunismo. Me niego a que me laven el cerebro. ¡No seré un robot!
—Pero, Ignatius, ellos ayudan a mucha gente a resolver sus problemas.
—¿Y tú crees que yo tengo algún problema? —aulló Ignatius—. El único problema que tiene esa gente, en realidad, es que no les gustan los coches nuevos ni los pulverizadores capilares. Por eso los meten allí. Porque atemorizan a los otros miembros de la sociedad. Los manicomios de este país están llenos de almas candidas que sencillamente no pueden soportar la lanolina, el celofán» el plástico, la televisión y las circunscripciones.
—Ignatius, eso no es verdad. ¿No te acuerdas del señor Becnel, aquel que vivía al final de la calle? Le encerraron porque salió corriendo a la calle desnudo.
—Pues claro que salió corriendo a la calle desnudo. ¿Qué iba a hacer? Su piel ya no podía soportar la ropa de nylon que le bloqueaba los poros. Yo siempre he considerado al señor Becnel uno de los mártires de nuestro siglo. Fue una pobre víctima.

Tres amigos míos entran a formar parte del cuerpo del Estado que se encarga de la salud mental de la gente. Dos de ellos como psiquiatras, y el otro, redactor de este blog, como psicólogo.

Ignatius, mi tocayo

Por casualidad, encontré este párrafo en La conjura de los necios.
La conjura tiene mucho que ver con el tema del extracto: ¿qué es un loco? Supongo que ellos tendrán parámetros más o menos fiables para determinar quién está loco y quién es simplemente un poco excéntrico de más. Por supuesto, siempre hay una delgada línea que separa estas dos categorías.
Retomando un tema que ya he tocado en este blog, la diferencia entre un loco y un raruno podría ser la misma que la de un libro bueno y un libro malo pero entretenido. La historia de la publicación de La conjura tiene mucho que ver con ambas delgadas líneas.
John Kennedy Toole escribió La conjura de los necios en 1962. Durante siete años estuvo mandando el manuscrito a editores, que lo rechazaron sistemáticamente. El fracaso de su libro, sobre el que mantenía quizás demasiadas esperanzas, le hizo sumirse en la depresión y en el alcoholismo de tal manera que en 1969 se suicidó colocando la manguera de regar su jardín en el tubo de escape de su coche e intoxicándose con los gases del motor.
Su madre, inasequible al desaliento, intentó publicar el libro póstumamente. Al final, en 1980 un editor lo aceptó.
En 1981 ganó el premio Pullitzer.
¿Cómo se le puede pasar a un editor, cuyo único trabajo es ver si un libro es bueno o malo, un manuscrito merecedor del Pullitzer?
Pues bien, amigos míos, espero que los psicólogos y psiquiatras estén más afinados.
Ayer cuando llegué a mi casa, después de andar todo el día de excursión por la periferia de Madrid con la bicicleta, mi madre me recibió con un poco cariñoso... estás loco.

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8 costumbres occidentales femeninas sobre las que deberíamos meditar antes de criticar las musulmanas

lunes, 10 de mayo de 2010

El día de la madre, uno de esos días en los que las pocas familias que no han optado por comer en el Vips mantienen arduas discusiones sobre política y derechos que no entienden. Lehman Brothers, el sistema económico mundial y la salvación de Grecia nos han acompañado en este tipo de eventos, pero el tema realmente importante, el que nos gusta y entretiene, aquel del que probablemente sabemos menos, pero opinamos más, es... el velo de Najwa (que ni es velo ni es la Nimri). Los gritos de mis congéneres resuenan en mis oídos, y, para silenciarlos, por mi mente desfilan estos 8 argumentos que el barullo no deja oír. ¿Que se adapten ellos? ¿Que se adapten a... ESTO?:


8 costumbres femeninas occidentales sobre las que deberíamos meditar antes de criticar el velo de Najwa


8 - Tacones

¿Que el hiyab es humillante para la mujer? ¿Estáis de coña? ¿Habéis estado alguna vez en una fiesta de nochevieja? Comparado con los tacones de aguja el hiyab es cacao para los labios. Cuántas españolas no cambiarían el día 1 de enero sus malditos tacones por un buen velo. Eso sí es humillante. Las mujeres occidentales no pueden empezar el año con buen pie, sino con un pie espantosamente deformado y además lleno de rozaduras y (sí, amigos, sí) AMPOLLAS. Ampollas ganadas a pulso para satisfacer los pervertidos gustos de los chicos europeos (es decir, nosotros), cuyos zapatos náuticos no dejan ni marca.



Así serían si la madre naturaleza hubiese querido que se pusiesen tacones


7 - maquillaje

A los amantes de la belleza natural, como quien escribe estas líneas, siempre nos ha fascinado algo de las chicas guapas. ¿Por qué esconden su belleza bajo kilos de químicos reconcentrado? La respuesta tendrá que esperar, porque nosotros no la tenemos, pero una cosa está clara, y es que, a día de hoy, el maquillaje es feudo femenino. Por esa misteriosa razón que espero que alguien me aclare, se ven obligadas a echarse esos químicos corrosivos en sus cándidas mejillas.

Algunas casi van así. Como para darles un besito.


6 - Tintes con amoniaco

¿Puede ser saludable una sociedad en que el mismo producto con que alguien desinfecta el wc es usado por las mujeres para decolorarse el pelo? Las rubias en morenas, las morenas en pelirrojas, las pelirrojas en morenas... En algo tienen razón, y es en que nos gustan todas, pero ¿por qué reproducir la misma variedad de manera artificial?


5 - Tanga extreme.

El tanga es cómodo. ¡Curioso! Lo mismo dicen las mujeres que llevan el hiyab: algo muy cómodo y recatado. “Nadie nos obliga”. Pues bien, yo acabo de imaginar mi culo (y lo que no es culo) metido dentro de un tanga y creedme, estaba mal alojado. Por mucho que me digan que el tanga es cuestión de acostumbrarse, a mí nunca dejará de parecerme un engaño gargantuesco del hombre para que las mujeres enseñen el culito.


4 - La parte de arriba del bikini

No, no penséis que barremos para casa, pero ¿por qué esa desigualdad? Nosotros enseñamos nuestro pecho, nuestro torso o nuestras tripas, y ellas se tapan. Ah, claro, dirán algunos, las tetas se reservan para el que en ese momento las tenga en uso y disfrute (como el hiyab reserva el pelo para el marido), ¿no os da qué pensar?


3 - Depilación:

¡Y mañana a la piscina! Sale el primer rayo de sol del verano y uno de nosotros emite la inocente frase. Solo años después supe que mientras en mi mente se forjaba una sugerente imagen de bañadores y bikinis, en sus cabezas femeninas una alerta terrible había saltado... “estoy sin depilar”. Cera, cremas depilatorias, cuchillas, máquinas que suenan como la sierra mecánica de Viernes 13... y lo peor, lo peor de todo no es todo el sufrimiento físico que conlleva, que no es poco, lo peor, y eso también lo he sabido con los años, es que algunas de ellas pueden llegar a pensar: “Uy, sí, es mono, me lo llevaría al huerto... pero estoy sin depilar”. Y nosotros, ahí, en dique seco.


2 - Sujetadores con relleno.

Obligadas a mentir. Las que las tienen pequeñas para tenerlas medianas, las que las tienen medianas para tenerlas grandes y las que las tienen grandes para que rebosen... y repetimos lo que ya decíamos en líneas anteriores: “sí, nos gustan todas”. Pero lo que no nos gusta son los cambios a deshora, las sorpresas, las burlas al sentido del tacto... Sabéis de qué os hablo, ¿verdad?, todo hombre ha sentido alguna vez en su vida el engaño en la palma de la mano.


1 - Tetas de silicona.

Como el pavo relleno que hace mi abuela en navidad, las mujeres se trinchan y se meten debajo de las tetas bolsas de ese viscoso material que la industria utiliza para sellar juntas. ¿Agradable, verdad? Y no digo más.

Te gusta, verdad? Pues debajo hay esto:


Artículo redactado con la inestimable colaboración de nuestra nueva redactora: Trilce.

La odisea de buscar piso

sábado, 8 de mayo de 2010
Pamplona, 53 horas por delante. Mi meta, encontrar un sitio donde caerme muerto los próximos 4 años (o bueno, por lo menos unos meses). Mi apoyo para esta misión, unos cuantos mapas de diferentes zonas de Pamplona con los que poder moverme con la mayor rapidez posible por allí, y una barra de fuet.
7 citas concertadas, 2 por concretar (una no fue conseguida), 2 que improvisé. Primer día 7 citas, segundo día 2, tercero 1.

En circunstancias extremas el ser humano es capaz de dar el máximo para alcanzar la consecución de los objetivos que se ha propuesto. Yo lo tenía claro, tenía que arreglar este asunto como fuese para poder seguir preparando con tranquilidad el resto de frentes abiertos aún sin resolver que me quedaban en Madrid. Mi experiencia en Pamplona se reducía a unas pocas horas hace unos cuantos años en las que lo crucé de un extremo a otro a la mayor velocidad que mis, en ese momento, cansadas piernas me permitían, sin fijarme demasiado en nada salvo en las diferentes conchas que guiaban mi camino.
Me daba igual. Necesitaba una habitación, y por Odín que lo conseguiría.

Primera cita: la casa de paso.
Llego pronto, como siempre, así que espero tomando un café en un bar cercano. Un viejecillo habla de futbolistas vascos y navarros y el barman mira al infinito, asintiendo con la cabeza automáticamente cada cierto tiempo. Me largo. Llego a la casa, me es enseñada y se me revela su característica principal, y es que allí la gente no se queda demasiado tiempo. Dos de mis tres compañeros se irían en agosto, y, en general, allí no se hace vida en común. Es un lugar para nómadas, y yo no busco eso.

Segunda cita: la mentirosa.
Mujer madura, embaucadora a más no poder. Su casa es mucho más pequeña de lo que parecía en las fotos. Me ofrece una habitación de 12 m2, la suya es de 35, la casa tiene 72. Las cuentas no me cuadran, y menos al precio que me quiere cobrar. Según ella soy su visita 51, y si yo quisiera me podría cambiar la habitación y dormir ella en el zulo en el que no quepo de pie. "Los cojones" pienso, mientras me despido con un enigmático "Un saludo". Me quedo parado en el umbral de su puerta unos segundos pensando por qué coño había soltado eso, pero como no voy a volver no me importa.

Tercera cita: nada destacable.
Muy cerca de la anterior, mujer madura y estudiante de edad cercana a la mía. No creo que buscaran un hombre para compartir piso, no hay feeling, sólo está presente la mujer, ronda los 50. Muy caro para mí, ninguna de las dos partes queda convencida. Ni fu ni da, ni frío ni calor, no apunto casi nada en mis notas.

Cuarta cita: el hombre llano.
La zona más apartada de Pamplona, aquella en la que nadie quiere vivir. Dos hombres, uno de ellos es el que se va, y una mujer, más o menos de mi edad (algo mayores). Son majos, el tipo que se queda me resulta especialmente... noblote. Su forma de contestar a mis mails me encantó por lo directa que era. La casa un poco regulera. Tienen un tablón con la organización de las tareas del hogar. Buena pinta, si no fuera porque está a tomar por culo de mi hospital.

Quinta cita: casi pero no.
Al lado del anterior. Igual, dos hombres y una mujer, deja su sitio uno de ellos. Pero no es lo mismo, aquí no llego a conectar sobre todo con la chica, de 30 años. Sí, me explica y me enseña todo de manera correcta, pero me digo para mis adentros "Voy a acabar desquiciado por esta tía", así que fuera, siguiente.

Sexta cita: la enfermera cañón.
Buena zona, algo caro. La improviso porque tengo un hueco de 40 minutos. Llamo, me lo cogen, me dan la dirección y yo intento llegar. Corro, me muevo rápido. Hace mucho calor, llevo demasiada ropa. Me hago un lío, vuelvo a llamar para que me echen un cable, acabo consiguiendo llegar, pero no tengo demasiado tiempo. Al entrar en la casa noto que huelo demasiado a "macho", pero ya es tarde, no puedo hacer nada. Dos enfermeras, me atiende la mayor, más de 50 diría, y propietaria de la casa. Me presenta a la segunda, estudiante vasca de 23 años, lo primero que veo es su vientre plano y su adorable ombliguito. Parece muy tímida, apenas me mira a los ojos, yo a ella tampoco, pero por otros motivos. La otra mujer me resulta tremendamente hostil, aparte de confundirme con un psiquiatra pase a especificar que era psicólogo. Después vería que alquiló las dos habitaciones libres que tenía sin avisarme. Me dio igual, no pensaba quedarme.

Séptima cita: the chosen one.
Llamo, aviso de que llego tarde 5 minutos, corro. Para evitar el anterior problema me pongo la chaqueta, aunque me ase algo disimulará (no huelo mal, pero sí fuerte, repito que hace un calor excesivo). Me hace falta beber agua, me acerco a una fuente y es la única de Pamplona que no funciona. Ligeramente deshidratado, excesivamente cansado, medianamente obnubilado llego a la casa. Me abren, conozco a la chica que se va, a las dos que se quedan, y a otro chico que acaba de llegar, todos de una edad cercana a la mía. Se quedan conmigo las dos chicas, veo la casa aunque no me entero de nada, y les hago las preguntas que hago en todos los pisos: piscina, contrato y comida por separado o junta. Me maldigo a posteriori, no hice la tercera pregunta, no daba para más. Me noto la boca tremendamente seca mientras hablo, no sé dónde posar la mirada. Como la casa me gusta, les digo abiertamente que por mí me quedo, que como viesen. Tener el trabajo a 5 minutos andando, un parque a 2 minutos andando, una cervecería con cervezas de importación a 10 minutos andando, y una piscina no sé muy bien dónde pero cerca, no tiene precio. Me contestan que era la segunda persona que ve la casa y que se lo tienen que pensar.

Salgo, me digo a mí mismo que es una pena que no me vayan a coger. Me voy a por un par de cervezas.

Octava cita: a tomar por culo.
Como creo que aún no tengo piso, improviso dos citas más en un momento, en ninguno de los dos casos veré a la persona con la que hablo, aunque sí los pisos. Ésta primera la tengo a 40 minutos de donde estoy en ese instante, así que me animo a ir andando. Pero calculo mal, está mucho más lejos de lo que parecía en el mapa y ninguna de las 15 personas a las que pregunto sabe dónde cojones está la calle a la que tengo que ir. Finalmente lo encuentro, pero para mis adentros ya había tomado una decisión, ahí no hay absolutamente nada de nada, salvo vistas a la universidad y sus universitarias. No es suficiente, ciao.

Novena cita: el piso temporal.
En pleno centro, con vistas a la plaza más bonita del caso viejo, con vistas a una calle por la que cualquier guiri pagaría un pastón en San Fermines por ver por allí a los mozos huir de los toros bravos. Son una pareja, ella colega de profesión y él un tipo muy majo al que conozco unos días antes por casualidad por medio de la página couchsurfing (pedí alojamiento a uno de los pisos que tenía como opción para quedarme a vivir luego pagando, lo vi un poco excesivo). Es la "entrevista" más larga, me siento cómodo con ellos, parece haber buen rollo. Me muestro sincero, les hablo de lo que he visto antes y les comento que si no consigo nada que me guste más que cuenten conmigo. Pegas: demasiado caro para mi pobre economía y sólo para dos meses. Me cuesta mucho decidirme, la cocina me encanta realmente.

Décima cita: el supraextravertido.
Me dirijo al lugar donde había quedado con el novio de la chica con la que hablé; afortunadamente me lo habían marcado en un mapa el día anterior. No tengo apenas batería, no he podido comer nada, y llevo demasiado peso encima. Llego al videoclub escogido por su llamativo nombre y espero a que alguien me diga "Tú eres el de la habitación, ¿verdad?". Llegan dos personas, una para también verlo, otra para enseñarlo, que luego descubro que no es exactamente esa su tarea y que también viviría con él. Llega también el casero. Subimos, vemos la casa, y que los actuales inquilinos pese a tener buena intención (se ponen post-it en las puertas para recordar que tienen que limpiar) no lo llevan del todo a cabo. Es igual. Todo parece estar bien, y el chaval con el que viviría me abruma con un comportamiento realmente encantador. Me dice que tiene 23 años y realmente me cuesta creerlo. Pienso que ese tío se va a comer el mundo en unos años. Me invita a un café, me mira los horarios de los autobuses a Madrid, se ofrece para hacer deporte conmigo cuando esté allí, para ir juntos a otra comunidad autónoma de viaje algún fin de semana. Pero empezaría a vivir allí en julio y sería un coñazo mudarme dos veces, ese es el principal motivo para descartarlo.

Tomo cerveza con los que van a ser mis compañeros de residencia. Pedimos una caña, que sería más o menos como una pinta (este es el tipo de cosas que me gustan). 1,2,3,4. Durante la cuarta, recibo una llamada. Mi estado ya es, digamos, poco consistente, por lo que no tengo ni puñetera idea de quien puede estar marcando mi número a esas horas. Es una de las chicas del piso séptimo, que finalmente han decidido que está bien que me quede con ellos. Sonrío y brindo por ello.
Misión conseguida.

De re mascota. Litera Prima*

viernes, 7 de mayo de 2010
Yo nunca me las he dado de seductor. Nunca ha sido mi rol y eso ha sido algo que he asumido, aceptado y llevado como he podido en según qué momentos. Pero, y aun a riesgo de caer en la soberbia y lejos de vanagloriarme, tengo que decir que en mis modestos diez años de vida sexual (léase, sentimental o amatoria) he disfrutado de pareja durante un total de siete años y medio. Distintos formatos, distintas mujeres han pasado por mis sábanas y he disfrutado, si no de la cantidad que yo hubiese querido, sí de la calidad, por eso no me cabe en la cabeza que pueda existir una figura como El Mascotón.


Un mascotón es aquella figura que, dispuesto a ligarse a una mujer, está dispuesta a las humillaciones más terribles y a la traiciones propias de los felones más ruines. Y en eso está dispuesto a pasar por encima de amigos, colegas, familiares...pero también de principios y dignidad. Yo he sufrido a varios, como novio implicado en relaciones largas con tías que estaban bastante bien. Y yo mismo he sido mascotón durante mis tiempos mozos en un par de ocasiones. Por eso sé de lo que hablo.

Un mascotón denota una terrible impotencia y falta de control increíbles, no sólo cuando intenta ligar. No, no, eso nos puede pasar a todos, sino en la simple y mera interacción con la persona de sexo contrario. Asimismo, sus tonos de voz, tendentes al aflautamiento, se hacen agudos mientras no deja de titubear y decir chistes frikis que no tienen ninguna gracia y que en el mejor de los casos, son atendidos con sonrisas por pura cortesía.

Y escribo todo esto, oh amigos y queridos asiduos de nuestro reducto, porque hoy, comiendo en la Facultad de Agrónomos de la UPM he visto un cuadro que me ha indignado tanto que no he podido dejar de venir a mi sucia facultad a escribir estas líneas. Un tipo, gordo, feo, treintantón, con gafas de pasta con cordel y algo bobete, intentaba ligar con una chica cuyo composición resumiría así: 40% chica normalita, 35% de fea, 25% de guapa. Nuestro amigo, en esas lides en las que se veía, casi tartamudeaba mientras escuchaba cómo la chica le contaba distintos episodios de su vida a los que puede que prestase un interés nulo ("quiero follar", pensaría) o que trataba como un medio: "escucharla para lograr follar con ella", supongo que sería su plan a seguir.

Y en eso hasta le regaló un libro cuyo título no pude ver (no tengo la visión tan aguda como la malicia) y que fue bien acogido...¿La gracia o por qué escribo todo esto? Porque la chica, perpendicular a mí, no dejaba de dedicarme miraditas (y yo a ella) depredatorias (no tanto, colega) pero sí que denotaban un manifiesto interés al que yo correspondía por ese 60% de guapura y normalidad. Y me hacía gracia ver cómo el pobre mascotón, con sus más nobles intenciones (o no) hacía todos los intentos con los que su escaso arsenal de seducción le nutría para tales fines mientras yo, pensaba, que con acercarme, ser majo y dejarle mal con estilo/decirle dos tonterías a la chica, tendría todo un mundo ganado con ella.

Perdonad si me las doy de presuntuoso y chulo pero...es que esa es la actitud, el ver a una mujer como algo agradable con quien empezar un juego de tonteo cuyo fin es el propio juego, y disfrutarlo, no tanto como el llevarte a la tía a la cama pues...es algo que me sale natural, y cuando veo miraditas como las de hoy no puedo dejar de pensar que tengo mucho terreno ganado si soy simpático y majo (como lo somos todos vaya). Por eso los mascotones me hacen tanta gracia, porque creo que se ven como gacelas que quieren cazar leones y que para ellos el proceso de acercarse a una tía y decirles algo es hasta desagradable.

En fin, completaré la serie mascotil más adelante, cuando mi apretada agenda y negreros jefes me den la ocasión. Un saludo.



* Nótese que tengo mi latín muy polvoriento, así que pido disculpas a los posibles y seguros lectores que, incluyéndose en estos campos, puedan sentir dolor al ver que he empleado mal el número y el caso de la declinación de res, rei: filológos, culturetas, gafapasta, mascamuelles, pelinflores, resabidillos, semifrikis y demás fauna en general: lo siento.

Rectifico: Lady Gaga es persona

miércoles, 5 de mayo de 2010
A raíz de los comentarios que vosotros, queridos lectores, amigos, pusisteis en el artículo del otro día, me he interesado por la música de Lady Gaga.
Como rectificar es de sabios, y sobretodo cuando uno no lo es, he aquí mi claudicación firmada:

Lady Gaga es persona.
Se puede escuchar su música sin morir cerebralmente.

Llegué a esta conclusión viendo sus vídeos en los que toca el piano. Me dio la impresión de que esta chica compone directamente al piano, y los productores le clavan el sintetizador y le ponen a mover el culito.



Un momento, ¡si no está moviendo el culo!

Y sobretodo, en este otro vídeo en el que los fans le cantan la canción el día de su cumpleaños y se pone a llorar.


¡Qué ternura! ¡Y dice puta canción!

Efusión de sentimientos, como decía el director de mi instituto. Eso es signo de que es algo más que un trozo de cartón.
Y ahora me freiréis a comentarios diciendo que qué mal gusto... ou yeah!

Y además he encontrado una foto en la que sale cachondona

El vello púbico, en busca de la alegría: ' vs. #

lunes, 3 de mayo de 2010
Entrada realizada conjuntamente por n.S. y Dain, autores de otras lindezas tales como Mujeres y Cerveza, aunque aquellos eran otros tiempos...

La historia del pensamiento humano se ha caracterizado por dos grandes dilemas morales. El primero es de carácter teológico: ¿hay vida después de la muerte? El segundo es mucho más mundano: ¿felpudito o rasuradito?
Altos y bajos, izquierdosos y derechosos, genios e imbéciles. La bipolaridad es inevitable a la hora de categorizar el mundo. Nos movemos en dimensiones que tienen sus polos opuestos e incompatibles, y cada individuo, no necesariamente de manera voluntaria, se acaba situando en algún punto de esa invisible línea progresiva de diferenciación entre ambos extremos que le hace acercarse más a un lado u otro.
No es baladí apuntar este detalle, pues básicamente es de eso de lo que trata esta entrada, de cómo encaramos los acontecimientos a los que nos enfrentamos diariamente a partir de nuestro posicionamiento en determinados aspectos que hacen que nos alejemos o acerquemos más o menos a aquellos que nos rodean. Concretamente, nos centraremos en un determinado detalle que probablemente diga más de una persona de lo que en principio cabría esperar.

¡El vello púbico!

He aquí dos amigos de la infancia que, aunque sea a fuerza de verse repetidamente una y otra vez, y de compartir contextos y situaciones, han acabando siendo, al menos, más similares entre sí que dos personas cualesquiera escogidas al azar.
Pues bien, estos dos sujetos sustentan una opinión radicalmente contraria en cuanto al atractivo que les suscita la manera en que una mujer, y por ende ellos mismos, presenta su barrera capilar previa a su zona más íntima (físicamente hablando, claro). Lo salvaje contra lo elegante, lo frugal contra lo copioso, los '60 contra los '90.
Vamos allá.


Donde hay pelo hay alegría, donde hay un matorral... no tanta

Lo primero será aclarar que no considero que el recorte púbico quede mejor únicamente en la mujer, ni que sea obligatorio que pase por dolorosos procesos de depilación en los que dejarse la piel (casi literalmente) únicamente por contentar al macho. Está bien que haya una tribu urbana, los osos, en la que la abundancia de vello sea considerada como un rasgo importante de su propia imagen, pero, por lo general, esto no suele ser así en la gran mayoría de la gente. Y ya digo que no me refiero en absoluto a que sea indispensable pasar por la depilación brasileña o métodos parecidos, ya que no los quisiera yo para mí.
Yo mismo por ejemplo, por cuestión estética e higiénica, procedo cada cierto tiempo a la poda de mis bajos, a base de tijera y maquinilla. El otro autor de esta entrada dirá que por qué narices hago eso, y yo le contestaré que por qué narices él entonces se afeita la barba. A efectos prácticos es lo mismo, si nos dejamos perilla o bigote o simplemente nos retocamos el vello facial es por coquetería e imagen, y yo defiendo que si cuidas este aspecto es incoherente criticar el que se cuide el otro. Pero ya no es sólo por eso, claro, es que a mí me gusta más y así me molesta menos.
Y no entraré en su condición de "biciclista" y en como debe quedar aquello tras una sesión maratoniana de conducción.



Me limitaré a ser sugerente...


Pero ciñéndome al tema mujer, y yendo al aspecto sexual, he de decir que no hay comparación a la hora de llevar a cabo el sexo oral (A.K.A. "comer un coño"). No diré demasiado de mis experiencias, por no considerarlo relevante ni adecuado, pero sí aclararé que he toreado en "todo tipo de plazas", y he llegado a comprender cómo un occidental incauto puede acabar totalmente perdido en la selva amazónica. No creo que haga falta decir nada más.
Luego, la forma elegida, a gusto del consumidor. Una pequeña raya, un triangulito, o simplemente un pequeño montoncito cuidado valen perfectamente. Luego, si ya se quiere ser creativo, pues mejor, más variedad, más diversión.
La opción "sin pelo alguno" no es mi favorita. Pero si he de elegir entre maraña y ausencia, desde luego prefiero ausencia.

A mí compadre seguro que le gustan cosas así... ufff....

Desde luego, es cuestión de gustos. Yo prefiero tener el camino despejado, poder ver donde apunto, no descubrir sorpresas a posteriori en mi boca, etc. Y en cuanto a su contemplación, nada más armonioso que un conjunto limpio, sin irregularidades, algo sutil y provocador a la vez, que te haga sentir que la perfección es posible y se encuentra delante de tus ojos; y no dejarlo todo al caos y la destrucción, a la barbarie y la animalidad, al descontrol y la improvisación.

Conmemoración del 31º aniversario de Playboy en Brasil

De res pubica: la estética del jardín culto

Oh, herejes depilatorios: ¿acaso pensáis que la Madre naturaleza es tan tonta que os ha puesto pelo en la entrepierna para que os lo quitéis? ¿Acaso no le ha dado al pez aletas, alas a la golondrina y zapatillas vans a los raperos?
Pues sabed que el pelito ese que os quitáis tiene dos funciones muy útiles y sencillas de explicar.
La primera es una función dinamizadora del acto amatorio: el pelo sirve para reducir el rozamiento entre un pubis masculino y uno femenino, o las demás posibilidades combinatorias. Sin él, nuestras queridas zonas genitales sufrirían toda la fricción, que no es poca, del entretenido pasatiempo de la bestia de dos lomos. La naturaleza es tan sabia que este vello incluso apacigua la fricción creada por la conducción de bicicletas, actividad análoga al espíritu de Gaia.

El segundo es de carácter sensorial. En cuanto al sexo, el hombre sigue siendo un animal, y como tal, se guía por los sentidos e instintos más primarios. De entre ellos destaca el olfato, sentido predilecto de la seducción amorosa; y el olfato se ve atraído por unas partículas (llamadas feromonas), que el cuerpo segrega y almacena... ¿sabéis dónde? Donde tenemos el pelo más rizadito. Así que no pelo=no feromonas. Le quitáis toda la gracia.
Luego entra en juego la parte del gusto. Hay buenos gustos y malos gustos, que ya hemos explicado en otra parte. El gusto por cortarse los pelos de la p... o del c... tiene su origen en e mito urbano del hombre aséptico. Se ha argumentado en algún lado que es desagradable encontrarse un pelito en la boca cuando uno practica el sexo oral. ¡Un pelito! El lector inteligente note la incongruencia de que a alguien le moleste un pelito, ¡un pelito simpático y tirabuzonesco!, cuando lo que está haciendo es meterse en la boca un miembro salchichesco de quince centímetros o más, o metiendo la lengua en uno de las cavidades humanas que segrega más mucosa biológica. Si a alguien le parece desagradable lo del pelito, es que ha perdido la perspectiva (lo cual, por otro lado, es comprensible dada la cercanía con el objeto contemplado).

Por otro lado, la depilación es el segundo paso de la dialéctica hegeliana. En el primer nivel (la tesis) está el ser humano bruto, lo que podríamos llamar el jardín inculto. Este individuo, que aún no ha desarrollado una capacidad crítica o estética, deja crecer sus pelitos a voleo, a la buena de dios. Generalmente su pubis parece un manojo de algas recién sacadas de la mar salada. No es un asunto de frondosidad, es dejar a la naturaleza invadir un terreno que no le pertenece. Por suerte, mucha gente pasa por encima de este estadio genéticamente, sin necesidad de ejercer la fuerza violentadora de la mano del hombre.

Jardín inculto. Esto no le gusta a nadie. Pero esto es un caso extremo.


El segundo individuo alcanza el primer grado de autoconsciencia. Se halla en la fase antítesis o de negación, y niega precisamente el simpático pelito que le sale en la entrepierna. Es el nivel chonesco, que podríamos llamar estepa manchega. ¡Y qué triste es la estepa manchega! El que ha estado allí lo sabe. ¡Sin un arbolito, sin un cervatillo dulce e inocente brincando por la floresta!



Estepa manchega. Esto tampoco le gusta a nadie. ¡Qué desolación terrible!


El tercer estado es la síntesis hegeliana. Más allá de la negación categórica, el individuo alcanza la aceptación de la esencia natural de su pubis. Ya no adopta la estética choni, ya no lee Crespúsculo, ya no se automutila los genitales. Ha llegado al nivel del jardín culto. Enhorabuena.


¡Esto, esto es lo que nos gusta! ¡La exuberancia dominada del jardín culto!


Mucha gente alcanza este nivel ex nihilo, es decir, sin necesidad de hacer nada. De hecho, excepto osos peludos, lo normal es llegar aquí uno solo, porque la naturaleza es sabia y nos da a cada cual según nuestras necesidades. En casos de frondosidad extrema, siempre hay que recordar la siguiente máxima: ¡tijeras sí, cuchillas no!

Para acabar, un último argumento gráfico: principio de autoridad. Madonna lo llevaba arbóreo, y nadie puede decir que no a Madonna.

Madonna lo llevaba felpudito cuando aún era una elfa corderita, y no un terminator.


Despedida

De todos modos, no se nos vea como extremistas en nuestras posturas. Ambos somos perfectamente capaces de obviar el decorado... para centrarnos en el contenido. Es sólo que, posiblemente, nuestro gusto en este tema ya no sólo indica simplemente qué es lo que preferimos, sino que pone de manifiesto un poco cómo somos. Además, seamos sinceros. ¿Quién no se ha dado alguna vez un tijeretazo después de negarse categóricamente a hacerlo?



Para terminar, os pedimos vuestra opinión. ¿Qué opción filosófica preferís?

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