¡No seré un robot!

lunes, 17 de mayo de 2010
—¿Ignatius, no crees que quizá fueses más feliz si te tomases una pequeña temporada de descanso en el Hospital de Caridad?
—¿Te refieres por casualidad al pabellón psiquiátrico? —preguntó furioso Ignatius—. ¿Crees que estoy loco? ¿Crees que algún psiquiatra estúpido debería sondear en el funcionamiento de mi psique?
—Podrías descansar, cariño. Podrías escribir cosas en tus cuadernitos.
—Intentarían convertirme en un subnormal enamorado de la televisión y de los coches nuevos y de los alimentos congelados. ¿No comprendes? La psiquiatría es peor que el comunismo. Me niego a que me laven el cerebro. ¡No seré un robot!
—Pero, Ignatius, ellos ayudan a mucha gente a resolver sus problemas.
—¿Y tú crees que yo tengo algún problema? —aulló Ignatius—. El único problema que tiene esa gente, en realidad, es que no les gustan los coches nuevos ni los pulverizadores capilares. Por eso los meten allí. Porque atemorizan a los otros miembros de la sociedad. Los manicomios de este país están llenos de almas candidas que sencillamente no pueden soportar la lanolina, el celofán» el plástico, la televisión y las circunscripciones.
—Ignatius, eso no es verdad. ¿No te acuerdas del señor Becnel, aquel que vivía al final de la calle? Le encerraron porque salió corriendo a la calle desnudo.
—Pues claro que salió corriendo a la calle desnudo. ¿Qué iba a hacer? Su piel ya no podía soportar la ropa de nylon que le bloqueaba los poros. Yo siempre he considerado al señor Becnel uno de los mártires de nuestro siglo. Fue una pobre víctima.

Tres amigos míos entran a formar parte del cuerpo del Estado que se encarga de la salud mental de la gente. Dos de ellos como psiquiatras, y el otro, redactor de este blog, como psicólogo.

Ignatius, mi tocayo

Por casualidad, encontré este párrafo en La conjura de los necios.
La conjura tiene mucho que ver con el tema del extracto: ¿qué es un loco? Supongo que ellos tendrán parámetros más o menos fiables para determinar quién está loco y quién es simplemente un poco excéntrico de más. Por supuesto, siempre hay una delgada línea que separa estas dos categorías.
Retomando un tema que ya he tocado en este blog, la diferencia entre un loco y un raruno podría ser la misma que la de un libro bueno y un libro malo pero entretenido. La historia de la publicación de La conjura tiene mucho que ver con ambas delgadas líneas.
John Kennedy Toole escribió La conjura de los necios en 1962. Durante siete años estuvo mandando el manuscrito a editores, que lo rechazaron sistemáticamente. El fracaso de su libro, sobre el que mantenía quizás demasiadas esperanzas, le hizo sumirse en la depresión y en el alcoholismo de tal manera que en 1969 se suicidó colocando la manguera de regar su jardín en el tubo de escape de su coche e intoxicándose con los gases del motor.
Su madre, inasequible al desaliento, intentó publicar el libro póstumamente. Al final, en 1980 un editor lo aceptó.
En 1981 ganó el premio Pullitzer.
¿Cómo se le puede pasar a un editor, cuyo único trabajo es ver si un libro es bueno o malo, un manuscrito merecedor del Pullitzer?
Pues bien, amigos míos, espero que los psicólogos y psiquiatras estén más afinados.
Ayer cuando llegué a mi casa, después de andar todo el día de excursión por la periferia de Madrid con la bicicleta, mi madre me recibió con un poco cariñoso... estás loco.

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4 comentarios:

Adrastea_Quiesce dijo...

juro solemnemente ser peor que cualquier comunista, desde mañana al último de mis días de ejercicio profesional.

razzias sonrojadas, Sir,

Lector Iracundo dijo...

¡Qué gran obra!

Ése sí era un escritor.

Anónimo dijo...

Los locos van libres por las salas y pasillos o por las habitaciones de los hombres, sin que por ello inspire el menor recelo de evasión o desorden. Incluso algunos de ellos, pertenecientes a familias distinguidas, acompañan a las visitas, hacen los honores de la casa. Guardan las más suaves formas de cortesía y buena educación.
Ullesperger, Historia de la psicología y de la psiquiatría en España, 1854.

Anónimo dijo...

Este libro me pareció muy bueno en su primera mitad. A mitad del libro pierde un poco el ritmo, y luego al final lo recupera.

Me pareció interesante el hecho que al exagerar tanto los rasgos de los personajes del entorno del protagonista, el autor consigue que en algunos momentos empatizes con Ignatius y pienses que no está tan loco y que realmente los necios están conjurando contra él.

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