

El problema no es el contenido de lo ofertado, que también, sino lo normalizado que es el que al menos un tercio del día nuestros hogares estén gobernados por un aparato que, si bien no piensa directamente, sí está manejado por gente que sí sabe lo que se hace y normalmente no le interesa que tú discurras por ti solito. Y a la mayoría os da igual, pazguatos. Yo antes también era así. Qué coño, soy así, no hay diferencias significativas con el resto. Únicamente el medio, ya que si bien ya no veo la tele, sí pierdo más tiempo del que debiera en internet. Pero, hasta cierto punto, puedo elegir en qué perder el tiempo, y no me quedo lobotomizado delante de una máquina de más o menos pulgadas (compensatorio de falo, diría algún psicoanalista barato).
No ahondaré en el tema "sustitutivo de relaciones sociales", porque hay gente que realmente se encuentra sola en este mundo y se pone la tele por no tener que aguantar únicamente sus propios pensamientos durante todo el día. Pero llegar al piso de uno y ver que los compañeros están todos reunidos en el salón, sin hablar unos con otros, cada uno haciendo sus cosas (¡incluso algún trabajo en el portátil!), con la tele a todo volumen, es un tanto... triste. Luego, hablando individualmente con cada uno, siempre sale a relucir con orgullo la frase "No, si yo no veo la tele". ¡Pues claro que no la ves, atontao!
En fin. Llamadme pedante, demagogo, creído, amargado, prepotente o lo que os salga de vuestros santísimos cojones u ovarios. Tened en cuenta que en ningún momento he hecho la adjudicación "el que vea la tele es tonto", simplemente critico el hecho de tenerla como objeto de veneración al que adorar mediante un ritual pasivo. Si a alguien le gusta, que la vea cojones, pero que se dé cuenta de que es eso exactamente lo que está haciendo.
8 costumbres femeninas occidentales sobre las que deberíamos meditar antes de criticar el velo de Najwa
8 - Tacones
¿Que el hiyab es humillante para la mujer? ¿Estáis de coña? ¿Habéis estado alguna vez en una fiesta de nochevieja? Comparado con los tacones de aguja el hiyab es cacao para los labios. Cuántas españolas no cambiarían el día 1 de enero sus malditos tacones por un buen velo. Eso sí es humillante. Las mujeres occidentales no pueden empezar el año con buen pie, sino con un pie espantosamente deformado y además lleno de rozaduras y (sí, amigos, sí) AMPOLLAS. Ampollas ganadas a pulso para satisfacer los pervertidos gustos de los chicos europeos (es decir, nosotros), cuyos zapatos náuticos no dejan ni marca.
7 - maquillaje
A los amantes de la belleza natural, como quien escribe estas líneas, siempre nos ha fascinado algo de las chicas guapas. ¿Por qué esconden su belleza bajo kilos de químicos reconcentrado? La respuesta tendrá que esperar, porque nosotros no la tenemos, pero una cosa está clara, y es que, a día de hoy, el maquillaje es feudo femenino. Por esa misteriosa razón que espero que alguien me aclare, se ven obligadas a echarse esos químicos corrosivos en sus cándidas mejillas.
6 - Tintes con amoniaco
¿Puede ser saludable una sociedad en que el mismo producto con que alguien desinfecta el wc es usado por las mujeres para decolorarse el pelo? Las rubias en morenas, las morenas en pelirrojas, las pelirrojas en morenas... En algo tienen razón, y es en que nos gustan todas, pero ¿por qué reproducir la misma variedad de manera artificial?
5 - Tanga extreme.
El tanga es cómodo. ¡Curioso! Lo mismo dicen las mujeres que llevan el hiyab: algo muy cómodo y recatado. “Nadie nos obliga”. Pues bien, yo acabo de imaginar mi culo (y lo que no es culo) metido dentro de un tanga y creedme, estaba mal alojado. Por mucho que me digan que el tanga es cuestión de acostumbrarse, a mí nunca dejará de parecerme un engaño gargantuesco del hombre para que las mujeres enseñen el culito.
4 - La parte de arriba del bikini
No, no penséis que barremos para casa, pero ¿por qué esa desigualdad? Nosotros enseñamos nuestro pecho, nuestro torso o nuestras tripas, y ellas se tapan. Ah, claro, dirán algunos, las tetas se reservan para el que en ese momento las tenga en uso y disfrute (como el hiyab reserva el pelo para el marido), ¿no os da qué pensar?
3 - Depilación:
¡Y mañana a la piscina! Sale el primer rayo de sol del verano y uno de nosotros emite la inocente frase. Solo años después supe que mientras en mi mente se forjaba una sugerente imagen de bañadores y bikinis, en sus cabezas femeninas una alerta terrible había saltado... “estoy sin depilar”. Cera, cremas depilatorias, cuchillas, máquinas que suenan como la sierra mecánica de Viernes 13... y lo peor, lo peor de todo no es todo el sufrimiento físico que conlleva, que no es poco, lo peor, y eso también lo he sabido con los años, es que algunas de ellas pueden llegar a pensar: “Uy, sí, es mono, me lo llevaría al huerto... pero estoy sin depilar”. Y nosotros, ahí, en dique seco.
2 - Sujetadores con relleno.
Obligadas a mentir. Las que las tienen pequeñas para tenerlas medianas, las que las tienen medianas para tenerlas grandes y las que las tienen grandes para que rebosen... y repetimos lo que ya decíamos en líneas anteriores: “sí, nos gustan todas”. Pero lo que no nos gusta son los cambios a deshora, las sorpresas, las burlas al sentido del tacto... Sabéis de qué os hablo, ¿verdad?, todo hombre ha sentido alguna vez en su vida el engaño en la palma de la mano.
1 - Tetas de silicona.
Como el pavo relleno que hace mi abuela en navidad, las mujeres se trinchan y se meten debajo de las tetas bolsas de ese viscoso material que la industria utiliza para sellar juntas. ¿Agradable, verdad? Y no digo más.
A mí compadre seguro que le gustan cosas así... ufff....
Desde luego, es cuestión de gustos. Yo prefiero tener el camino despejado, poder ver donde apunto, no descubrir sorpresas a posteriori en mi boca, etc. Y en cuanto a su contemplación, nada más armonioso que un conjunto limpio, sin irregularidades, algo sutil y provocador a la vez, que te haga sentir que la perfección es posible y se encuentra delante de tus ojos; y no dejarlo todo al caos y la destrucción, a la barbarie y la animalidad, al descontrol y la improvisación.
El segundo es de carácter sensorial. En cuanto al sexo, el hombre sigue siendo un animal, y como tal, se guía por los sentidos e instintos más primarios. De entre ellos destaca el olfato, sentido predilecto de la seducción amorosa; y el olfato se ve atraído por unas partículas (llamadas feromonas), que el cuerpo segrega y almacena... ¿sabéis dónde? Donde tenemos el pelo más rizadito. Así que no pelo=no feromonas. Le quitáis toda la gracia.
Luego entra en juego la parte del gusto. Hay buenos gustos y malos gustos, que ya hemos explicado en otra parte. El gusto por cortarse los pelos de la p... o del c... tiene su origen en e mito urbano del hombre aséptico. Se ha argumentado en algún lado que es desagradable encontrarse un pelito en la boca cuando uno practica el sexo oral. ¡Un pelito! El lector inteligente note la incongruencia de que a alguien le moleste un pelito, ¡un pelito simpático y tirabuzonesco!, cuando lo que está haciendo es meterse en la boca un miembro salchichesco de quince centímetros o más, o metiendo la lengua en uno de las cavidades humanas que segrega más mucosa biológica. Si a alguien le parece desagradable lo del pelito, es que ha perdido la perspectiva (lo cual, por otro lado, es comprensible dada la cercanía con el objeto contemplado).
Por otro lado, la depilación es el segundo paso de la dialéctica hegeliana. En el primer nivel (la tesis) está el ser humano bruto, lo que podríamos llamar el jardín inculto. Este individuo, que aún no ha desarrollado una capacidad crítica o estética, deja crecer sus pelitos a voleo, a la buena de dios. Generalmente su pubis parece un manojo de algas recién sacadas de la mar salada. No es un asunto de frondosidad, es dejar a la naturaleza invadir un terreno que no le pertenece. Por suerte, mucha gente pasa por encima de este estadio genéticamente, sin necesidad de ejercer la fuerza violentadora de la mano del hombre.
Para acabar, un último argumento gráfico: principio de autoridad. Madonna lo llevaba arbóreo, y nadie puede decir que no a Madonna.
Despedida
De todos modos, no se nos vea como extremistas en nuestras posturas. Ambos somos perfectamente capaces de obviar el decorado... para centrarnos en el contenido. Es sólo que, posiblemente, nuestro gusto en este tema ya no sólo indica simplemente qué es lo que preferimos, sino que pone de manifiesto un poco cómo somos. Además, seamos sinceros. ¿Quién no se ha dado alguna vez un tijeretazo después de negarse categóricamente a hacerlo?
Para terminar, os pedimos vuestra opinión. ¿Qué opción filosófica preferís?
Copyright © 2008 Bastardos sin Honor | Diseño de Arcsin Web Templates - Plantilla blogger por Blog and Web