Altos y bajos, izquierdosos y derechosos, genios e imbéciles. La bipolaridad es inevitable a la hora de categorizar el mundo. Nos movemos en dimensiones que tienen sus polos opuestos e incompatibles, y cada individuo, no necesariamente de manera voluntaria, se acaba situando en algún punto de esa invisible línea progresiva de diferenciación entre ambos extremos que le hace acercarse más a un lado u otro.
No es baladí apuntar este detalle, pues básicamente es de eso de lo que trata esta entrada, de cómo encaramos los acontecimientos a los que nos enfrentamos diariamente a partir de nuestro posicionamiento en determinados aspectos que hacen que nos alejemos o acerquemos más o menos a aquellos que nos rodean. Concretamente, nos centraremos en un determinado detalle que probablemente diga más de una persona de lo que en principio cabría esperar.
Pues bien, estos dos sujetos sustentan una opinión radicalmente contraria en cuanto al atractivo que les suscita la manera en que una mujer, y por ende ellos mismos, presenta su barrera capilar previa a su zona más íntima (físicamente hablando, claro). Lo salvaje contra lo elegante, lo frugal contra lo copioso, los '60 contra los '90.
Vamos allá.
Donde hay pelo hay alegría, donde hay un matorral... no tanta
Lo primero será aclarar que no considero que el recorte púbico quede mejor únicamente en la mujer, ni que sea obligatorio que pase por dolorosos procesos de depilación en los que dejarse la piel (casi literalmente) únicamente por contentar al macho. Está bien que haya una tribu urbana, los osos, en la que la abundancia de vello sea considerada como un rasgo importante de su propia imagen, pero, por lo general, esto no suele ser así en la gran mayoría de la gente. Y ya digo que no me refiero en absoluto a que sea indispensable pasar por la depilación brasileña o métodos parecidos, ya que no los quisiera yo para mí.
Yo mismo por ejemplo, por cuestión estética e higiénica, procedo cada cierto tiempo a la poda de mis bajos, a base de tijera y maquinilla. El otro autor de esta entrada dirá que por qué narices hago eso, y yo le contestaré que por qué narices él entonces se afeita la barba. A efectos prácticos es lo mismo, si nos dejamos perilla o bigote o simplemente nos retocamos el vello facial es por coquetería e imagen, y yo defiendo que si cuidas este aspecto es incoherente criticar el que se cuide el otro. Pero ya no es sólo por eso, claro, es que a mí me gusta más y así me molesta menos.
Y no entraré en su condición de "biciclista" y en como debe quedar aquello tras una sesión maratoniana de conducción.
Pero ciñéndome al tema mujer, y yendo al aspecto sexual, he de decir que no hay comparación a la hora de llevar a cabo el sexo oral (A.K.A. "comer un coño"). No diré demasiado de mis experiencias, por no considerarlo relevante ni adecuado, pero sí aclararé que he toreado en "todo tipo de plazas", y he llegado a comprender cómo un occidental incauto puede acabar totalmente perdido en la selva amazónica. No creo que haga falta decir nada más.
Luego, la forma elegida, a gusto del consumidor. Una pequeña raya, un triangulito, o simplemente un pequeño montoncito cuidado valen perfectamente. Luego, si ya se quiere ser creativo, pues mejor, más variedad, más diversión.
La opción "sin pelo alguno" no es mi favorita. Pero si he de elegir entre maraña y ausencia, desde luego prefiero ausencia.
A mí compadre seguro que le gustan cosas así... ufff....
Desde luego, es cuestión de gustos. Yo prefiero tener el camino despejado, poder ver donde apunto, no descubrir sorpresas a posteriori en mi boca, etc. Y en cuanto a su contemplación, nada más armonioso que un conjunto limpio, sin irregularidades, algo sutil y provocador a la vez, que te haga sentir que la perfección es posible y se encuentra delante de tus ojos; y no dejarlo todo al caos y la destrucción, a la barbarie y la animalidad, al descontrol y la improvisación.
De res pubica: la estética del jardín culto
El segundo es de carácter sensorial. En cuanto al sexo, el hombre sigue siendo un animal, y como tal, se guía por los sentidos e instintos más primarios. De entre ellos destaca el olfato, sentido predilecto de la seducción amorosa; y el olfato se ve atraído por unas partículas (llamadas feromonas), que el cuerpo segrega y almacena... ¿sabéis dónde? Donde tenemos el pelo más rizadito. Así que no pelo=no feromonas. Le quitáis toda la gracia.
Luego entra en juego la parte del gusto. Hay buenos gustos y malos gustos, que ya hemos explicado en otra parte. El gusto por cortarse los pelos de la p... o del c... tiene su origen en e mito urbano del hombre aséptico. Se ha argumentado en algún lado que es desagradable encontrarse un pelito en la boca cuando uno practica el sexo oral. ¡Un pelito! El lector inteligente note la incongruencia de que a alguien le moleste un pelito, ¡un pelito simpático y tirabuzonesco!, cuando lo que está haciendo es meterse en la boca un miembro salchichesco de quince centímetros o más, o metiendo la lengua en uno de las cavidades humanas que segrega más mucosa biológica. Si a alguien le parece desagradable lo del pelito, es que ha perdido la perspectiva (lo cual, por otro lado, es comprensible dada la cercanía con el objeto contemplado).
Por otro lado, la depilación es el segundo paso de la dialéctica hegeliana. En el primer nivel (la tesis) está el ser humano bruto, lo que podríamos llamar el jardín inculto. Este individuo, que aún no ha desarrollado una capacidad crítica o estética, deja crecer sus pelitos a voleo, a la buena de dios. Generalmente su pubis parece un manojo de algas recién sacadas de la mar salada. No es un asunto de frondosidad, es dejar a la naturaleza invadir un terreno que no le pertenece. Por suerte, mucha gente pasa por encima de este estadio genéticamente, sin necesidad de ejercer la fuerza violentadora de la mano del hombre.
Mucha gente alcanza este nivel ex nihilo, es decir, sin necesidad de hacer nada. De hecho, excepto osos peludos, lo normal es llegar aquí uno solo, porque la naturaleza es sabia y nos da a cada cual según nuestras necesidades. En casos de frondosidad extrema, siempre hay que recordar la siguiente máxima: ¡tijeras sí, cuchillas no!
Para acabar, un último argumento gráfico: principio de autoridad. Madonna lo llevaba arbóreo, y nadie puede decir que no a Madonna.
Despedida
De todos modos, no se nos vea como extremistas en nuestras posturas. Ambos somos perfectamente capaces de obviar el decorado... para centrarnos en el contenido. Es sólo que, posiblemente, nuestro gusto en este tema ya no sólo indica simplemente qué es lo que preferimos, sino que pone de manifiesto un poco cómo somos. Además, seamos sinceros. ¿Quién no se ha dado alguna vez un tijeretazo después de negarse categóricamente a hacerlo?
Para terminar, os pedimos vuestra opinión. ¿Qué opción filosófica preferís?
8 comentarios:
Qué delicia ver aparecer el secreto versallesco de Madonna por entre sus piernas... no tiene precio. ¿cómo se puede ser partidario de otra cosa que no sea eso?
Depende del día y de lo afeitado que yo esté prefiero uno u otro.
Y como el tema de la depilación duele parece que tengo la suerte de disfrutar por ello de ambos.
Xeilord, duele más al gusto que al cuerpo...
n.S., meter el hocico entre las piernas de Madonna en esa época sí que acabaría doliendo, por la hipoxia más que nada.
Bueno, no dolería, que la falta de oxígeno no duele, pero creo que se entiende lo que quiero decir.
Tío, si tuviese 50 años, es decir, si hubiese sido mozo en los años de Madonna, habría cruzado el Atlantico para declararle mi amor incondicional. Ahor ano me gusta demasiado, pero las fotos que tiene de esa época son... algo que no es de este mundo. Como Katy Perry. Por cierto, seguro que Katy Perry lo lleva Madonnesco.
Y en esa época cantaba... "Like a virgin", ¿y cómo se supone que una "virgin" que cumpla con el promedio de edad de dejar de serlo tendrá aquello?, pues no como la foto de Madonna.
Katy Perry se hace las ingles seguro.
Por eso luego se ha resarcido. Solo tienes que ver el libro de "Sex", el de la Hora Chanante... Esta no vino en balde.
Yo lo prefiero mullidito porque afeitado a mí me "pica". Prefiero un buen felpudito (pero no un bosque frondoso, no nos pasemos)
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